Un inspector salesiano en los altares: El beato José Calasanz

El beato José Calasanz (Azanuy, 1872 – Valencia, 1936) fue el cuarto inspector de los Salesianos del Perú y el primero de nacionalidad española en ejercer esta labor (el segundo fue monseñor José Ramón Gurruchaga, décimo cuarto inspector).

Tiene el mérito de ser el único superior provincial en el Perú, en la historia de todas las órdenes y congregaciones tanto masculinas como femeninas existentes en nuestro país, en estar en los altares.

Su primer contacto con nuestro país ocurrió en 1922. El padre Calasanz se encontraba como misionero en Cuba cuando fue enviado por el Rector Mayor Don Felipe Rinaldi de visita al Perú. Se encargaría de predicar los ejercicios espirituales, pero, principalmente, actuaría como observador de la situación interna de la inspectoría.

Llegó a Lima el 28 de enero de 1922. Por entonces el padre inspector Luis Héctor Sallaberry se encontraba en Italia y había quedado como inspector interino el recién preconizado monseñor Octavio Ortiz Arrieta, quien lo recibió y puso al tanto de la situación. Después de tres meses de contacto inicial, Calasanz dejó Lima el 20 de abril de 1922. Tras pasar por Piura, retornó a Cuba.

Lo que Calasanz y el resto de salesianos peruanos desconocían es que algunos meses después, en Cuba, recibiría el nombramiento como nuevo superior de la Inspectoría Santa Rosa de Lima. La nómina lleva como fecha el 15 de enero de 1923.

El padre Calasanz llegó por segunda vez al Perú, ahora como nuevo inspector, el 4 de mayo de 1923 con cincuenta años de edad. Encontró una inspectoría cuyo principal problema era la falta de personal y la precariedad de su noviciado, ubicado en Arequipa. Su gestión coincidió con los inicios de las casas salesianas de Huancayo (1923), Magdalena del Mar (1923) y Yucay (1924). Si bien fueron gestionadas por sus predecesores, él les brindó el impulso para su consolidación.

Partió del Perú el 11 de abril de 1924 con el objetivo de gestionar ante los superiores el envío de más personal religioso a nuestro país. Sin embargo, recibió el encargo de asumir la Inspectoría Tarraconense, en España. Allí murió martirizado durante la Guerra Civil el 29 de julio de 1936. Fue beatificado en 2001 por el papa Juan Pablo II.

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