Uno de sus juegos favoritos con sus hermanos y vecinos era cortar plátano en rebanadas y hacerlos pasar por hostias, comenta entre risas el P. Alberto Niquén, Salesiano de Don Bosco desde hace 50 años y 40 como sacerdote. ¿Quién iba a pensar que ese juego se volvería realidad?
Recuerda que su primer contacto con los salesianos fue en los años 60, en su ciudad natal, Fereñafe, Chiclayo, donde tenían un colegio y un oratorio. “Me encantó su manera de estar con nosotros y de educarnos. Principalmente por eso me quedé con ellos”, afirma. A muy temprana edad, a los 13, ingresó al aspirantado, luego de una conversación con el P. Carlos Cordero, por ese entonces Inspector Provincial, quien llegó a Fereñafe a predicar un retiro espiritual. En un dialogo espontaneo entre el P. Cordero y los jóvenes, el pequeño Alberto le dice: “Yo quiero ser sacerdote”. Aunque no comprendía del todo la magnitud de ser sacerdote, sí percibía la simpatía y el carisma que irradiaban los salesianos. Eran personas alegres, que jugaban con mis hermanos y con los muchachos.»
El inicio
“Si es de Dios, así será”, fueron las primeras palabras que escuchó de su mamá al comentarle la decisión que había tomado. Viviendo en el aspirantado, profundizó y reflexionó más de cerca la espiritualidad salesiana, en especial las aventuras de los misioneros. “Salesianos que se iban a África, a la India, a diferentes partes del mundo. Para mí leer esas experiencias era un gran alimento”, señala. Hoy el P. Alberto está en la Comunidad Salesiana de San Lorenzo, cumplió su sueño de ser salesiano y misionero.
Un mensaje
«Los pueblos originarios, las etnias de nuestra Amazonía, tienen un gran corazón y esperan con ansias la Palabra de Dios y nuestro carisma salesiano. Tienen derecho a tener a Don Bosco, a María Auxiliadora en sus vidas. Por eso, si escuchas en tu corazón la voz de Dios, anímate y responde, porque hay muchas personas que nos esperan. Seamos como un puente para que Dios llegue a sus vidas, a sus corazones y a sus culturas.»