Su mirada irradia ternura y siempre regala una sonrisa. A sus 93 años, el Padre Marino de Pra se muestra optimista, lleno de vida. Hoy lo encontramos en su habitación en la “Casa de Salud” de la Casa Inspectorial Salesiana “San José”, revisando en su computadora algunas de las reflexiones mensuales que el papa Francisco nos regala. Al escuchar nuestros pasos, se muestra atento y sorprendido por la visita: “queremos conocer más sobre su vocación”, le decimos: Con emoción, se pone de pie, voltea la silla y se muestra atento a nuestras indicaciones.
El inicio de su camino
Cuando se encontraba en tercero de primaria, ganó un premio de catecismo y el párroco de este entonces, el P. Apolonio Piazza, le regaló un libro con la vida de Don Bosco. “Recuerdo que Don Bosco, para ir a estudiar tenía zapatos, pero para no gastarlos, los llevaba en el hombro. Yo, hacía lo mismo. Cuando me acercaba al pueblo, me ponía los zapatos. También aprendí a caminar largas distancias sin ellos, comparte con una sonrisa.
Sin darse cuenta, como comenta en su testimonio, su vocación salesiana la encontró en el orfelinato de su ciudad, en Belluno, Italia, ubicada en la región de Véneto, a unos 80 km al norte de Venecia. “En este orfelinato que era dirigido por los salesianos, dormíamos, jugamos, orábamos. Ahí comienza mi vocación, pero no me daba cuenta aún”, dice.
Su misión
Como sacerdote misionero llega al Perú el 29 de marzo, luego de 27 días de viaje. “Tomé mi barco en el puerto de Génova”, recuerda. Y desde aquel momento dedicó su labor pastoral a favor de la juventud peruana. Recuerda con alegría, nostalgia y felicidad su paso por el Callao. “Cuando entré a Puerto Nuevo era muy peligroso. Estuve 10 años, pude construir la Casa de los Jóvenes de Puerto Nuevo. Quería ser el salvador de la juventud.” Y la mayor satisfacción es el cariño y aprecio que encuentra en cada joven y persona que pasó por su vida.