Desde muy temprano, el movimiento en las afueras de Colegio Salesiano “Don Bosco” de Piura comienza a hacerse notar. Las personas, con su rosario y estampa en mano, van formando una larga fila para ingresar al patio techado. Nadie quiere perderse la novena en honor a María Auxiliadora, la Madre y Señora de esta tierra que respira fe.
¡Falta poco!
Estos últimos días de novena se viven con una intensidad distinta. Se siente. Se respira. La fiesta está cada vez más cerca, y los devotos lo saben.
Entre los asistentes destaca el entusiasmo del grupo ADMA (Asociación de María Auxiliadora) de la Familia Salesiana. Entre murmullos y sonrisas, no dudan en compartir lo que muchos ya comentan: la predica del P. Juan Pablo Alcas, Inspector Provincial de los Salesianos del Perú, es una de las mejores de los últimos años. “¡Y todavía es piurano!”, añaden con orgullo.



Piura, la “Ciudad del eterno calor”, no descansa estos días. La devoción tampoco. Por eso, hay dos turnos de novena: uno a las 5:30 p.m. y otro a las 7:30 p.m. A pesar de eso, el coliseo del colegio ya se queda pequeño. ¡Nadie quiere faltar!
Cada persona vive este tiempo de gracia de una manera única
Entre un grupo de estudiantes, nos encontramos con Manuel García, alumno de quinto de secundaria, quien vive este cierre de su etapa escolar con mucho compromiso y emoción. “Ella me acompañó desde primero de primaria. Siempre estuvo conmigo”, dice.
Jorge Enrique Encalada, exalumno salesiano, lleva 28 años siendo voluntario de seguridad durante la novena. No ha faltado ni una sola vez. “Y lo seguiré haciendo hasta que Dios me dé vida”, afirma con una sonrisa.
Un poco más lejos, a una cuadra del colegio, donde una imagen de María Auxiliadora mira al río Piura, encontramos al señor Roberto Campos. Está allí, en silencio, rezando con los ojos cerrados. Nos acercamos y tímidamente nos dice: “Yo vengo a pedir por mi salud, para que ella me cuide de mis achaques”, expresa.
En estos días, María Auxiliadora recibe a todos. A los que vienen con flores, a los que traen intenciones, y también a quienes simplemente llegan con el corazón en la mano. Porque todos tienen algo que ofrecerle o pedirle. Porque ella es la Auxiliadora de los tiempos difíciles.
Y así, entre cantos, oraciones y promesas, Piura va preparando el corazón para celebrar a la que consideran su madre y reina.






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Leer esto me hizo recordar lo especial que es esta fiesta para los que hemos crecido cerca de María Auxiliadora. Es increíble ver cómo tantas personas, de distintas edades, siguen viniendo con la misma fe y cariño cada año. Más que una tradición, es un encuentro que fortalece el alma y nos une como familia salesiana.
La festividad de María Auxiliadora es mucho más que un suceso que se da solo una vez al año es un sentimiento y devoción que esta y estuvo presente en cada uno de los Salesianos que han existido, María es nuestra Madre, la cual siempre estará para ayudarnos en las adversidades, protegiendo a los jóvenes del mal y guiarnos por el camino del bien, y todo esto es gracias a Juan Bosco, desde un sueño que tuvo a los nueve años, hasta lograr que su mensaje recorra el mundo, en busca de nuevos creyentes.
La famosa novena, un momento que debemos agradecer porque una oportunidad de brindar un homenaje a nuestra madre es grato para nosotros.
La devoción que otras personas evidencian sentir nos contagian a tal punto que me hace pensar que en estos años debo de agradecer por todo lo bueno y malo que me ha pasado porque es ella la que ha querido que suceda todo lo que he vivido, porque ella nos cuida, ella nos ama.
Qué hermosa muestra de fe y unidad vive Piura en honor a María Auxiliadora. Es increíble cómo esta devoción reúne a tantas personas, jóvenes y adultos, con el mismo amor y esperanza. Sin duda, María sigue siendo guía y consuelo para todos los que la buscan. Qué viva María Auxiliadora.
La devoción a María Auxiliadora no es solo parte de nuestra fe, sino también parte de nuestra identidad. Ella es guía, consuelo y fuerza en los momentos más difíciles, siempre atenta al clamor de sus hijos. Su presencia se hace viva en cada celebración, pero sobre todo en el corazón de quienes confían en su auxilio. Gracias a Don Bosco, esta fe se transformó en misión, en una cadena de amor que sigue creciendo. Que María siga reuniéndonos con alegría y esperanza.