Imaginemos a Don Bosco relatando el sueño de aquel 10 de abril de 1886. Un sueño sin título, sin principio y sin fin. El título se lo dieron los salesianos que interpretaron sus famosas “buenas noches”. Sin principio, porque Don Bosco tenía el arte de contar historias, y sin fin; porque cada salesiano interpretó el sueño y lo hizo realidad donde dejaron la huella de nuestro padre.
En el famoso sueño “De Valparaíso a Pekín”, Don Bosco narra un hecho que puede ser hoy el despertar de miles de voces que claman por la presencia de un hijo de Don Bosco: “¡Te hemos esperado, te hemos esperado tanto tiempo, pero finalmente estás aquí; ahora estás entre nosotros y no te dejaremos escapar!”.
Así fue la entrada al poblado de Kuyuntsa, conocido de nombre por muchos, pero pocos conocen el lugar y su historia. En este pueblo vivió muchos años el Siervo de Dios Luis Bolla. Esa casa, se convirtió en el centro de reflexión, de oración profunda y de miles de páginas escritas a mano y a máquina. Llegamos a este lugar y vimos el bien que dejó Yánkuam’.
En el sueño, la Maestra le dice a Don Bosco: “Ahora tira una línea desde una extremidad a la otra, desde Pekín a Santiago. Haz centro en el corazón de África y tendrás una idea exacta de cuánto deben hacer los salesianos”. Juanito responde: ¿Cómo hacer todo esto? Las distancias son inmensas, los lugares difíciles y los salesianos pocos”.
La historia de hace más de un siglo sigue vigente. Somos pocos Salesianos de Don Bosco, pero seguimos abriendo brechas para anunciar el Evangelio y para llevar a Jesús.
Quizá quieras unirte al sueño de Don Bosco. No dudes, Dios te espera para que seas sus pies, sus manos, sus labios para anunciarlo en un mundo desconocido pero amado por el Señor.
