El destino le brindó la oportunidad de llevar alegría, amor y la Palabra de Dios a otros países, otros pueblos, otras comunidades. Con su labor misionera, miles de niños y jóvenes del África tienen un motivo para sonreír y creer en la vida.
La historia misionera del padre Juan Carlos Valdiviezo SDB, se remonta al año 86, cuando aún siendo prenovicio se sintió motivado e inspirado por la labor ejemplar que desarrollaban los misioneros en el mundo. Los Congresos Misioneros Latinoamericanos iban reforzando su idea de entregar su vida a la labor misionera.
“Fue en este Congreso donde los jóvenes recibimos un mensaje muy hermoso, lleno de amor, de servicio a los más necesitados”
Entendió, en ese momento, que debía dejar todo para compartir la evangelización del Señor. Así como otros misioneros llegaron al Perú para entregarlo todo, él quería hacer lo mismo.
Fue en el país africano de Guinea Conakri donde inició su experiencia misionera. Durante 4 años se sumergió en un mundo desconocido. Al inicio no fue fácil asimilar el gran cambio que significaba estar en un país alejado y distinto, donde la pobreza y la necesidad eran pan de cada día. Pero fueron en esos momentos de dudas e incertidumbre donde el padre, a través de mucho empeño y oración, reconsideró y ratificó su misión de servir. Ese impulso le valió para trabajar motivado en crear vínculos de acogida con los pobladores que formaban parte de Centro de Formación Profesional.
Su misión en Gambia
Su hogar, la Inspectoría de África Francófona Occidental, comprende 8 estados: Burkina Faso, Senegal, Costa de Marfil, Mali, Guinea Conakry, Benín, Togo y Gambia. Este último estado, Gambia, es una obra misionera fundada hace seis años por los Salesianos, donde viene participando con éxito el P. Juan Carlos.
«Un misionero debe de ser un hombre de fe, un discípulo del Señor que está dispuesto a evangelizar con alegría, amor, humildad y perseverancia. El misionero debe hacerse pobre y cercano a los jóvenes, a su cultura, a sus tradiciones”
“Siempre aprendo de ellos, de su humildad, de su vida comunitaria y espiritual. Aprendo de mi gente, de los jóvenes del África”
El P. Juan Carlos vive un aprendizaje constante, donde el amor de sus muchachos lo fortalece, lo hacen sentir más vivo y dispuesto a seguir entregando con mayor ímpetu el carisma de don Bosco.





