«De Mamá Margarita quiero reflejar su bondad»: Eliana Nieto, educadora de la Casa Don Bosco de Arequipa

Soy Eliana Marcia Nieto Ortega, educadora de la Casa Don Bosco de Arequipa. Tengo dos hijos varones, ambos exalumnos salesianos: José Miguel, quien es profesor, y Gonzalo David, chef de profesión. Educarlos y sacarlos adelante fue mi mayor desafío, pero también la mayor fuente de satisfacción en mi vida. Ver a mis hijos alcanzar sus metas y convertirse en adultos responsables ha sido una gran alegría para mí. 

Gonzalo, me ha bendecido con dos nietos preciosos, Mathías y Romina. La experiencia de ser abuela ha sido una fuente de fortaleza en mi vida y en mi labor como educadora. Me ha permitido renovarme personalmente y encontrar un nuevo sentido en mi trabajo. 

Como conocí a los salesianos 

A los 10 años, llegué al oratorio salesiano impulsada por la curiosidad que despertaba en mí un vecino que siempre hablaba de aquel lugar. Aunque el padre a cargo insistía en que el oratorio era exclusivamente para niños y que las niñas deberíamos ir a María Auxiliadora, la perseverancia de todas las chicas logró que finalmente nos permitieran quedarnos. 

Don Bosco y María Auxiliadora nunca me soltaron  

En el oratorio encontré lo que Don Bosco siempre decía: un patio donde compartía risas y juegos con amigos y amigas.  Una casa que me acogió con amabilidad, sobre todo con la presencia del Padre José Miguel Miranda. Una Iglesia donde me catequizaron y me enseñaron el amor a María Auxiliadora. Siempre he sentido la presencia de Don Bosco y María Auxiliadora a mi lado, guiándome y sosteniéndome en este camino. Siento que me tomaron de la mano y nunca me soltaron, queriendo que forme parte de ese gran sueño de Don Bosco de estar entre los niños y jóvenes, brindándoles ayuda, orientación y, sobre todo, haciéndoles sentir amados y cuidados. 

El inicio del sueño  

En 1981 se inicia la Casa Don Bosco, a cargo del Padre Julio Campana quien necesitaba ayuda por las tardes en las tareas escolares de los niños y niñas.  Decidí a apoyarlos. «Al haber vivido previamente la experiencia oratoriana, puedo brindar ayuda a los chicos”, pensé.  

Los sábados empecé como catequista de los más pequeños de la casita, recuerdo que salía del colegio, hacia mis deberes escolares y volaba a la casita Don Bosco; muchas veces era regañada por mi mamá quien me decía: “Mejor lleva tu cama y quédate ahí. Pero creo que ella entendía muy en el fondo lo que quería y el cariño que le ponía a lo que hacía.  

«Al haber vivido previamente la experiencia oratoria, puedo brindar ayuda a los jóvenes.» 

Eliana Marcia Nieto Ortega, educadora de la Casa Don Bosco de Arequipa.

Después de años de brindar ayuda, intercalados con períodos de ausencia debido a mis responsabilidades como madre e hija, comencé a trabajar junto al Padre Luis Jara en el servicio de almuerzo para los alumnos del Colegio Don Bosco. Con el tiempo, también colaboraba en las labores de la Casa. Posteriormente, el Padre Luis me ofreció la oportunidad de trabajar como educadora. Recuerdo sus palabras: «Eres una pieza importante y te entregas con amor en todo lo que haces». 

En 2003, ingresé como educadora a la Casa Don Bosco, hace 21 años de manera ininterrumpida 

Eliana Marcia Nieto Ortega, educadora de la Casa Don Bosco de Arequipa.

Estos últimos años junto a los niños y jóvenes han representado un gran desafío. El hecho de encargarme, junto al Hermano Tirosinante, de 40 chicos cambió mi vida. Me di cuenta de que debía acompañarlos en todo momento, ser parte de sus vidas y crear un ambiente de familia.  

Casa Don Bosco de Arequipa 

En la actualidad, nuestra casa acoge a 29 chicos, de los cuales 22 se encuentran en la tercera etapa, comprendida entre los 12 y 17 años. Además, contamos con seis jóvenes en la cuarta etapa, que corresponde a la etapa de profesionalización. El compartir con ellos las diferentes actividades, hace que nuestra relación genere lazos de confianza y respeto. Buscamos que cada uno de ellos logre desarrollarse plenamente, cultivando valores y virtudes que los enriquezcan como personas. 

Por ello, con el fin de potenciar sus habilidades, hemos logrado obtener, con la ayuda de bienhechores y personas dispuestas a ayudar, un curso de inglés. Además, hemos fortalecido talleres destinados a despertar sus capacidades musicales, lingüísticas y artísticas, promoviendo la producción de música y danzas que fortalezcan su identidad cultural y su amor por sus tradiciones. 

Promovemos en ellos el amor por el trabajo, la superación personal y el testimonio de una vida cristiana a través de itinerarios de fe. Reforzamos el sentido del emprendimiento, a través de diversas iniciativas que ayuden al sostenimiento de la economía de la casa. Con todo esto cuidamos mucho el sentido de familia, ya que muchos de ellos vienen de historias duras y complicadas que los obliga a salir fuera del seno familiar. El Padre Pedro Da Silva, director de la Comunidad y encargado de la Casa Don Bosco siempre está con ellos para vivir experiencias de familia.  

La “Mamá Margarita” 

Deseo que las generaciones que han pasado por aquí y las que están por venir no me vean como la figura que reemplazó a sus madres, sino como la «tía», como cariñosamente me llaman, que les brindó atención, que los corrigió cuando fue necesario, que les enseñó con cariño, que celebró sus logros y aciertos y que estuve allí para consolarlos cuando se sintieron tristes, solos o inseguros. Que recuerden que un abrazo, una sonrisa mía son detalles que no cuestan nada, pero que llenan el alma y sanan.  

Muchas veces me han dicho si me considero como Mamá Margarita. La verdad no sé si la pregunta sea la correcta, pero diría que quiero parecerme a ella. Me gustaría reflejar su bondad, su firmeza, y su capacidad para guiar a los chicos, así como fortalecerme con sus enseñanzas y valores.  

Valoro profundamente el cariño y la confianza que todos los Padres Salesianos depositaron en mí a lo largo de los años en la obra. Valoro mi trabajo y la dedicación que le brindo a cada tarea que emprendo. Además, valoro la oportunidad de compartir mi amor con los jóvenes, así como con mis propios hijos y nietos. Como decía don Bosco “la dulzura en el hablar, en el obrar y en el reprender lo gana a todo y a todos” es así como yo he trabajado y quiero seguir haciéndolo.  

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