Siendo pequeño, junto a sus padres, migró desde Cuenca (su ciudad natal, en la sierra de Ecuador) a un pueblo llamado El Triunfo (en la costa, muy cerca de Guayaquil). Desde sus primeros años de vida estuvo rodeado de la chacra, la siembra y el clima caliente. Se acostumbró a la forma de hablar y el estilo de vida propio del campo. Era conocido, cariñosamente, por su familia como “Diego andariego”, debido a su naturaleza inquieta.
Aquel niño que jugaba a ser sacerdote con sus amigos y consagraba galletas, cumplió su sueño cuando profesó como salesiano en 1987 y fue ordenado presbítero en 1996. El adolescente que alguna vez estuvo en medio de “sapos grandes” en su pueblo, ahora se encuentra inmerso en la naturaleza desempeñando un papel activo en su preservación y protección junto a las comunidades Shuar en Ecuador y Achuar en el Perú.
Una infancia que marcó vocación
Sus primeros años de vida marcaron su futuro, y hoy marcan su presente. Con apenas catorce años, tuvo que regresar a Cuenca para estudiar con los Salesianos. Esa experiencia marcó significativamente su camino vocacional, pues brotó el espíritu aventurero y arriesgado que había desarrollado desde pequeño.
Cuando estaba en tercero de secundaria, tuvo una conversación con un sacerdote salesiano a quien le manifestó su deseo de ir al cerro más alejado de la ciudad para dar catequesis. “Pero eres muy chico”, le respondió. Sin embargo, por más obstáculos que podía encontrar, él estaba convencido de cuál era su misión. “Formamos un grupo y nos fuimos hasta la punta del cerro. Empecé a tener contacto con la gente de las montañas, de los cerros, la gente indígena, la gente que vive más alejada”, explica.
Se hace camino al andar
“Jesús te llama para compartir la misión del P. Luis Bolla que está solo en la selva. El Señor te está invitando a ti”. Esta fue la frase que inspiró al P. Diego cuando vio el primer documental de la Pro ductora Salesiana TVP (Televisión Pastoral) sobre la vida y misión del P. Luis entre los Achuar, en 1995.
Algunos años después, el P. Luciano Odorico, Consejero General para las Misiones, fundó la primera misión amazónica de los Salesianos del Perú: San Lorenzo.“Tú irás para trabajar con el P. Luis. Es un trabajo misionero que como Congregación tenemos el deber de conocer”, le dijo P. Odorico. El 28 de enero de 2001, desde la Basíllica de María Auxiliadora de Lima, fue investido con la cruz misionera y enviado.
El comerciante que nunca llegó
Uno de los principales consejos que recibió del padre Bolla fue aprender el idioma. Y así fue. Por siete meses estuvo enfocado en estudiar la lengua Achuar. “Si no sabía el idioma ¿cómo iba a visitar las comunidades? ¿cómo iba a interactuar con las personas?”, señala.
Hasta que llegó la crisis, ese momento en el que pensó dejar todo. Adaptarse a sus costumbres, su estilo de vida, su ritmo de alimentación era duro y desesperante. A los dos meses, empezó a resonar en su interior la frase: “¡Diego, el Señor no te llama por aquí!”. Decidió regresar. “Cuando venga el comerciante con su canoa, me voy. Regreso a San Lorenzo, donde hay las comodidades necesarias”, recuerda.
Pasaron dos, tres, cuatro meses y el comerciante no llegaba. Mientras tanto, el P. Diego seguía aprendiendo y conociendo más de la lengua y cultura Achuar. Al séptimo mes empezó a comunicarse e involucrarse con la cultura, la gente, sus tradiciones y, sobre todo, con la lengua achuar. Entre risas dice: “¡Hasta ahorita sigo esperando al comerciante!”.
Finalmente, entendió que el Señor lo estaba llamando para una misión. Una misión que hoy abraza con amor y dedicación. La muerte del padre Bolla en febrero de 2013 significó un duro golpe para la comunidad y de manera particular para él. Sin embargo, a once años de su partida, su legado sigue vivo a través del P. Diego y de otros tantos misioneros que día a día entregan lo mejor que tienen para evangelizar y llevar la Palabra del Señor a las comunidades indígena.