Con el Aguinaldo de este año, el rector mayor nos ofrece la oportunidad de conocer mejor el corazón de don Bosco. Da en el blanco de una intuición generadora del carisma salesiano, un rasgo profundo y profético que caracterizó su aporte a la humanidad y particularmente a la Iglesia. La levadura que la mujer de la comparación de Jesús pone en la masa, aloja en su interior un secreto principio transformador, porque está compuesta por cantidad de microorganismos vivos que, integrados a la masa inerte, producen el efecto maravilloso de la fermentación (todo fermentó).
“Yo siempre tuve necesidad de todos”
Es quizá la frase de don Bosco que resume su misma vida y su acción apostólica, y nace de un principio evangélico y desde la escucha atenta del Espíritu Santo: la necesidad de unir fuerzas. “Padre, que todos sean uno, para que el mundo crea” ¹. Don Bosco nunca trabajó solo. Su experiencia y su vocación lo llevaron a integrar, dejarse ayudar y propulsar todas las fuerzas posibles para hacer el bien. La unidad contiene entonces, como la levadura, el poder transformador de la masa.
Unión para la salvación de los jóvenes
Para rescatar a la juventud “la porción más valiosa y delicada de la sociedad” ², buscó crear un movimiento compuesto por personas de diversos estados y condiciones, para unirlas entre sí, en un compromiso de vida y trabajo por esa causa. Inicialmente funda una “congregación”, más en el sentido de “grupo” o “asociación”, compuesta por laicos y sacerdotes colaboradores. Luego de las dificultades de 1852, comienza a organizar lo que denomina una “segunda familia” de consagrados, justamente más unidos y perseverantes en la misión por la fuerza de los votos y la consagración. Ambos organismos permanecieron unidos en una especie de “congregación mixta”, hasta que la rama laical encuentra su expresión de continuidad en la fundación de los Cooperadores Salesianos en 1876.
Toda una novedad: “los salesianos externos”
En las Constituciones de La Pía Sociedad de San Francisco de Sales (SDB) redactadas por él en el año 1860 y hasta la versión de 1873, en la que la Santa Sede le obliga a quitarlo, incluyó un capítulo sobre “Los salesianos externos”, del cual, el primer artículo, que mantuvo hasta que tuvo que obedecer, decía: “1. Cualquier persona, incluso aquella que vive en el mundo, en su propia casa, en el seno de su familia, puede pertenecer a esta sociedad”. Expresa así claramente, su deseo de integrar, en un gran movimiento, las fuerzas de los convocados a ser levadura en la salvación de la juventud pobre y necesitada.
La laicidad de María
En la comprensión de este aspecto esencial del carisma y del itinerario formativo del mismo don Bosco, es fundamental la acción formadora de María, “la maestra”, que colabora con el Espíritu Santo en la construcción de su corazón. Ella, sin duda, aporta singularmente los rasgos de su ser mujer, madre y laica. Esta “laicidad mariana” teje la trama del estilo novedoso de la obra de don Bosco. La inclusión y acción de los laicos en la misión de la salvación de la juventud, no son fundamentalmente para don Bosco una estrategia organizativa o de conveniencia. Podemos decir que “desde siempre” su obra tiene esta característica de familia polifacética, que actúa como fermento en la humanidad. Toda la familia salesiana es el fermento en la masa que logra hacer un verdadero pan de vida nueva para los jóvenes.
Artículo extraído del Boletín Salesiano del Perú – Edición marzo – abril 2023 / Autor: P. Luis Timossi, maestro en el Centro Salesiano de Formación Permanente América (CSFPA) Quito