jueves, 16 octubre 2025
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Las preocupaciones de un misionero: P. Diego Clavijo

El Padre Diego Clavijo es uno de los misioneros más representativos de este tiempo en la Inspectoría Salesiana Santa Rosa de Lima.

Actualmente se encuentra en Ciudad de México, viviendo un tiempo de estudio y reflexión sobre el trabajo misionero en la selva peruana, con el propósito de profundizar en los nuevos desafíos pastorales que emergen en los territorios indígenas.

Discípulo y compañero de camino del Siervo de Dios P. Luis Bolla, el P. Diego ha heredado su pasión por el anuncio del Evangelio y su compromiso con los pueblos amazónicos. Conoce y habla el idioma Achuar, fruto de años de convivencia y amor por una cultura que ha hecho suya, no solo como campo de misión, sino como forma de vida y de pensamiento.

En una reciente entrevista, el P. Diego compartió sus mayores preocupaciones: la fragilidad cultural de los pueblos indígenas ante la irrupción de las tecnologías y del Internet, que hoy llega hasta las comunidades más remotas.

Advierte que muchos jóvenes amazónicos enfrentan una avalancha de información sin la adecuada formación para discernirla.

Su reflexión revela la mirada lúcida y profética de un misionero que busca preservar la identidad y la sabiduría ancestral de los pueblos amazónicos, integrándolas al Evangelio con respeto y esperanza.

Cómo te sientes, Diego, ¿en este tiempo que estás en medio de los Achuar?

—Estoy caminando junto al pueblo Achuar, y uno de los regalos más grandes es el don de compartir con ellos su vida, su alegría, sus retos y también sus problemas. Tienen tantas cosas, a pesar de la enfermedad, del paludismo, de los problemas, son muy alegres y nunca pierden el sentido del humor. 

Yo, cuando salgo para visitar las comunidades, me cuesta mucho. La estructura y el ambiente fuera de la comunidad Achuar, tienen su propio estilo, y uno se acostumbra a esto: visitar, conversar, reír, afrontar los problemas, reflexionar con la gente.

Nos hemos preguntado con estos mis hermanos: ¿qué se puede hacer?, ¿cómo podemos salir adelante?, ¿cómo podemos corregir a los muchachos? Hay chicas y chicas con problemas y ellos preguntan ¿Cómo prepararlos y cómo ayudar a estos jóvenes?

Y eso me preocupa. Los chicos Achuar están recibiendo una serie de informaciones, el uso de la tecnología, la entrada a las redes, el uso de los celulares y definitivamente no están preparados.

Todas esas tecnologías, nuevas para ellos, los van mareando a los muchachos y van perdiendo sus raíces. Ya no cantan sus canciones, sino las que escuchan en las redes.

Ya no quieren bailar, sino lo que ven en las páginas. Es importante que los misioneros tengamos que pensar y reflexionar con ellos qué debemos hacer? No es fácil, porque tampoco nosotros no estamos preparados para este nuevo modo de estar en el mundo digital.

¿Cuál es la opción educativa para con los jóvenes Achuar?

—Una de las opciones prioritarias de los salesianos —dice Diego— ha sido siempre la educación de los jóvenes. Aquí, por ejemplo, se fundó el Colegio de Kuyuntza. Cuando llegamos a esta zona, impulsamos la creación del colegio porque los muchachos salían de su mundo, de su cultura, para ir estudiar en San Lorenzo o con los quechuas. Sus costumbres y sus raíces, que forman parte de su identidad, realmente eran atropelladas. Cambiaban totalmente de personalidad y los chicos de esta zona no eran los mismos. Tenemos que atender nuestro propio colegio, educar a nuestros hijos a nuestro estilo, con nuestra cultura” El Padre Luis Bolla intuyó que esto era una gran oportunidad y lo impulsó.

Los chicos que en sus comunidades no tienen acceso a la educación secundaria vienen al internado —tanto varones como mujeres—, donde tienen alimentación, hospedaje y todo lo necesario, con la ayuda de sus padres, para poder terminar el colegio. Este espacio se convierte, además, en una residencia que es oportunidad.

En la zona de Kuyuntza los muchachos pueden profundizar sus raíces, no solo dejarse atrapar por el mundo externo, sino mirar desde su conocimiento ancestral, su mitología, sus ritos, su manera de pensar; estar con sus abuelos, con quienes comparten vida y sabiduría.

Los profesores Achuar que los acompañan, junto con los profesores externos y los misioneros, les ofrecen un verdadero encuentro con su cultura. Creo que aquí los jóvenes tienen esa oportunidad de crecer con identidad y esperanza.

¿Cuáles son las características de los jóvenes de esta zona, Diego?

—Los chicos tienen una fuerza no solamente física, sino también una fuerza espiritual muy grande. Pero, a la vez, tienen una sensibilidad profunda: son muy hospitalarios, fraternos, chicos nobles. Tienen, como todos, sus debilidades, sin embargo, su carácter es noble, sereno, transparente.

A mí me llama mucho la atención la dulzura de las chicas. Cuando uno habla con ellas sobre la Palabra de Dios, están abiertas y la acogen con sencillez. Quieren aprender mucho, tienen un interés por conocer, por saber.

¿Qué es lo que más te preocupa?

—Yo creo que una de las cosas que más preocupa y más difíciles para educar y afrontar con ellos es el tema tecnológico: el celular, el internet, la televisión por cable. Todo eso llega desde fuera y no sabemos cómo afrontar y los jóvenes no saben y ven y consumen todo.

Es una influencia occidental que penetra y, en muchos casos, está colonizando la mente y el corazón de los jóvenes.

Les cambia la manera de pensar, de ver el mundo, de relacionarse. Y ahí está uno de los grandes desafíos para nosotros los misioneros: cómo acompañar a los jóvenes para que vivan en este mundo moderno sin perder sus raíces, su identidad y su espíritu comunitario.


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