Arequipa se convirtió en el corazón palpitante de la familia salesiana con la realización del III Encuentro de Promociones Salesianas del Perú, una experiencia que desbordó fe, alegría y fraternidad juvenil.
Fueron días donde los abrazos, las sonrisas y los cantos hicieron sentir que Don Bosco estaba presente entre nosotros, guiando cada paso y encendiendo el fuego de la esperanza en el alma de los jóvenes.

El encuentro estuvo marcado por momentos de gran profundidad espiritual y también de contagiosa celebración. La oración abrió cada jornada como el verdadero motor que impulsaba a seguir caminando juntos, y el recuerdo agradecido a Santa Rosa de Lima nos invitó a vivir la fe con radicalidad y servicio, inspirando a los jóvenes a ser santos en lo cotidiano.
La Adoración Eucarística Juvenil fue un instante de gracia especial: bajo el silencio reverente y la música que brotaba del corazón, los muchachos se encontraron cara a cara con Jesús, renovando su amistad con Él y fortaleciendo la certeza de que solo con anclas firmes se puede caminar con pasos valientes.
La alegría salesiana también se desbordó en cada espacio compartido: el talento de los jóvenes brilló en las noches de canto y danza, la fraternidad se consolidó en el paseo campestre bajo la mirada majestuosa del Misti, y la clausura fue un estallido de colores y emociones, con las escoltas desfilando con orgullo y una festicomparsa que llenó de vida y música las calles arequipeñas, convirtiendo la ciudad en un verdadero patio salesiano abierto a todos.
Este III Encuentro, vivido bajo el lema “Anclas firmes, pasos valientes” dejó en el
corazón de todos los participantes la certeza de que somos una gran familia unida por Don Bosco y la misión de educar evangelizando.





Fueron días que nos recordaron que ser salesiano es vivir con la sonrisa en los labios, la fe en el corazón y la valentía de dar pasos firmes hacia un futuro lleno de esperanza.
La Familia Salesiana de Arequipa agradece a cada promoción por traer consigo la riqueza de su carisma y su historia. Este encuentro quedará grabado en la memoria como un signo vivo de que la juventud, cuando se encuentra con Dios y con Don Bosco, es capaz de transformar el mundo.
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