(ANS – Ciudad del Vaticano) – En la noche del jueves 19 de octubre de 2023, al final de los trabajos de la 13ª Congregación General de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la Sinodalidad, se llevó a cabo en la Plaza de San Pedro, junto a la escultura Angel Unawares, un momento especial de oración. Presidido por el Papa Francisco, en presencia de los diversos participantes en el Sínodo, este espacio se dedicó a aquellos que han perdido la vida en diversas rutas migratorias, a sus familias, a quienes han sobrevivido y a todos los refugiados y migrantes que aún están en tránsito. «Es necesario multiplicar los esfuerzos para combatir a las redes criminales, señalar rutas más seguras y comprometerse a ampliar los canales migratorios regulares», afirmó el Santo Padre.
Que se aseguren los caminos recorridos por los migrantes, para que no caigan en manos de las redes criminales que lucran con ellos, y se comprometan a ampliar los canales migratorios regulares. Esto es lo que el Papa pide, hablando frente a «Angel Unawares«, la escultura que representa a esos migrantes y refugiados, a esos «hombres y mujeres de todas las edades y procedencias, en medio de ellos, los Ángeles que los guían», que pierden la vida en las rutas migratorias o sobreviven sin que se les reconozca dignidad y derechos.
Partiendo de la parábola del buen samaritano, el Papa se detiene en los peligros de las nuevas rutas migratorias «que atraviesan desiertos, bosques, ríos y mares». «¿Cuántos hermanos y hermanas hoy se encuentran en la misma condición del viajero de la parábola? ¡Muchos! ¿Cuántos son robados, despojados y golpeados en el camino? Parten engañados por traficantes sin escrúpulos. Luego son vendidos como mercancía. Son secuestrados, encarcelados, explotados y esclavizados. Son humillados, torturados y violados. Y muchos, muchos mueren sin llegar nunca a su destino. Las rutas migratorias de nuestro tiempo están pobladas de hombres y mujeres heridos y dejados medio muertos, de hermanos y hermanas cuyo dolor clama ante Dios. A menudo son personas que huyen de la guerra y el terrorismo, como desgraciadamente vemos en estos días», dijo el Santo Padre.
Hoy, al igual que en tiempos del buen samaritano, «hay quienes ven y pasan de largo, ciertamente dándose una buena justificación, en realidad por egoísmo, indiferencia y miedo, esa es la verdad», añadió luego.
Papa Francisco continúa: «En cambio, ¿qué dice el Evangelio de ese samaritano? Dice que vio a ese hombre herido y sintió compasión (v. 33). Esta es la clave. Y la compasión es la impronta de Dios en nuestro corazón. El estilo de Dios es cercanía, compasión y ternura: ese es el estilo de Dios (…) Al igual que el buen samaritano, estamos llamados a acercarnos a todos los viajeros de hoy, a salvar sus vidas, a sanar sus heridas, a aliviar su dolor. Para muchos, desafortunadamente, es demasiado tarde y no nos queda más que llorar en sus tumbas, si tienen una, o el Mediterráneo se ha convertido en su tumba. Pero el Señor conoce el rostro de cada uno y no lo olvida».
El buen samaritano, al socorrer al pobre viajero, cumple con los cuatro verbos que «resumen» la acción con los migrantes: acoger, proteger, promover e integrar: «los migrantes deben ser acogidos, protegidos, promovidos e integrados». Y así como las migraciones presentan desafíos en la actualidad, también pueden representar oportunidades para sociedades «más inclusivas, más hermosas, más pacíficas».
«Todos debemos comprometernos a hacer el camino más seguro, para que los viajeros de hoy no caigan víctimas de los bandidos», exhortó Francisco. «Es necesario multiplicar los esfuerzos para combatir a las redes criminales, que especulan con los sueños de los migrantes. Pero también es necesario indicar rutas más seguras. Por eso, debemos comprometernos a ampliar los canales migratorios regulares».
Las políticas demográficas y económicas deben dialogar con las políticas migratorias, poniendo siempre en el centro a los más vulnerables. Luego, se debe promover «un enfoque común y corresponsable en la gestión de los flujos migratorios, que parecen destinados a aumentar en los próximos años».
El Papa concluye pidiendo que estemos cerca de los migrantes y refugiados que llaman a nuestras puertas e invitando a un minuto de silencio para recordar a quienes han perdido la vida en diversas rutas migratorias.