Hace varias décadas, el joven misionero salesiano Luis Bolla dejó su vida en Italia, impulsado por una voz interior que lo llamaba a explorar tierras desconocidas para él, pero conocidas por Dios. Camina largo, llevando mi Palabra”, le dijo aquel misterioso personaje que cambiaría el rumbo de su vida.
Un descubrimiento lo cambió todo
Estacionado inicialmente en Ecuador, pronto descubrió que los indígenas de la región oriental del país, los Achuar, carecían de asistencia espiritual. Motivado por este descubrimiento, decidió incorporarse a la Inspectoría Salesiana del Perú, marcando así el inicio de una nueva era, no sólo para su vida.
Ordenado sacerdote en 1959, durante su primera Misa Don Bolla expresó tres deseos al Señor: permitirle aprender la difícil lengua de los Shuar, ser instrumento de su trabajo y llegar a los lugares más remotos. Y el Señor concedió estas peticiones, dada su determinación y su fe.
Los viajes a Kuyuntsa, punto crucial de su misión, fueron largos y agotadores. Hoy en día, llegar a Kuyuntsa desde Lima implica un viaje de tres días: un vuelo a Tarapoto, seguido de un viaje en auto a San Lorenzo, donde hay una comunidad salesiana, y finalmente once horas en una pequeña embarcación hasta el lugar donde se desarrolla la obra del Siervo. de Dios Don Bolla resonó.
Aún hoy, la vida de Don Bolla sigue perpetuada en la memoria de aquellos a quienes dedicó toda su existencia: los indígenas de la selva amazónica, que encontraron en él un mensajero de la fe y, sobre todo, del amor y del perdón concretos. Don Bolla cambió no sólo la vida espiritual, sino la vida tout court de los Achuar.
Una dedicación que perdura en el tiempo
Este viaje llevó a los Salesianos a través de los impresionantes paisajes que ofrece la Amazonia, con maravillosas auroras, aguas cristalinas y paisajes de ensueño. Después de unas once horas en el barco, el grupo llegó casi sin previo aviso al pueblo de Kuyuntsa. La temprana llegada sorprendió a todos y pronto sonó la voz de bienvenida: “¡Ha llegado don Juan Pablo!”, gritaban los niños que jugaban cerca y se bañaban en el río.
“Las autoridades y toda la población local nos recibieron calurosamente. Las muestras de cariño fueron evidentes, con rituales de pintura de caras y el ritual de beber masato . Durante tres intensos días admiramos la belleza del pueblo Achuar. Nos sorprendió gratamente encontrar a niños y niñas jugando de forma despreocupada, lejos de cualquier estereotipo de guerreros pintados y caras sombrías”, dicen desde la oficina de comunicación social de Perú.
Recordando las palabras de Don Bolla y su llegada a las primeras comunidades Achuar en 1961, con viajes que luego duraban hasta quince días, la experiencia de llegar en sólo tres días parece casi un lujo. Pero en el corto lapso de tiempo hubo una manera de reflexionar sobre el impacto duradero de la vida de un hombre cuya misión cambió la historia. La pregunta para los Salesianos del PER es clara: ¿estamos dispuestos a ser parte de este cambio?
Aún hoy, a partir de Kuyuntsa, la obra del Siervo de Dios don Bolla se manifiesta no sólo en la memoria, sino también en la transformación tangible de vidas y comunidades.