Editorial Agosto 2023: Las mejores aliadas para hacer lo posible

LAS MEJORES ALIADAS PARA HACER LO POSIBLE

“Dos son los problemas, dos: los demás y yo.
El difícil otro y el difícil yo,
el duro nosotros de la comunión”.
Pedro Casaldáliga

Hoy nos hemos llenado de amor por nosotros mismos para combatir nuestra mal construida autoestima nacional. Muy llenos de amor por nosotros y escasos de amor por los demás. Nos invade la indiferencia, nos está dejando de importar lo común. Nos hemos vuelto indolentes. Ya no nos duele el Perú que se quiebra.

En la indiferencia renunciamos a amar y ser amados. La indiferencia nos lleva a renunciar a la voluntad de vivir. La indolencia nos desconecta del entorno y de los demás. La indolencia no nos permite ser empáticos ni solidarizar.

Puestos frente a este escenario sentimos que solo podemos ser espectadores. Nuestro sentido de realidad nos hace preguntarnos -sin querer ninguna respuesta- “¿Y qué se puede hacer?” Es claro que no tenemos en nuestras manos las soluciones para todos los problemas de nuestra patria, pero, frente a los problemas que tiene ella tenemos nuestras manos. Cuando venga el Dios de la historia mirará nuestras manos.

Se trata entonces de comprometer nuestras manos con la historia y el corazón con su futuro. Liberarnos de la indiferencia y la indolencia.

Si comprometemos nuestras manos con el odio, el miedo, la violencia vengadora, si optamos por quemarlo todo, para mañana solo tendremos cenizas para alimentarnos.

Si comprometemos nuestras manos con la siembra, con la construcción, si las tendemos como puentes que abrazan, acercan y ayuda, entonces habrá mañana.

Educarnos en la conciudadanía, en el bien común; jugándonos limpiamente por la honestidad, será un trabajo simple que nadie verá y que de seguro no será noticia. Porque la única noticia auténtica de la siembra la da solo el corazón y la historia, y se llama justicia, y se llama paz. En nuestras mesas se llama pan.

Si amamos nuestra patria, que el mañana nos sorprenda sembrando.

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Dios nunca te entrega la casa, sino solo los planos; ni tampoco te da los frutos, sino siempre semillas. Y es lo que he ido descubriendo desde que llegué al Colegio Eclesiástico: a buscar la buena tierra donde plantar la semilla o el espacio preciso para levantar el edificio.

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