lunes, 23 junio 2025
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El sueño de Don Bosco y la profundidad del Corpus Christi

En un rincón de la historia de la espiritualidad salesiana, una visión de Don Bosco sobre el Cuerpo y la Sangre de Cristo resplandece con una intensidad que va más allá de lo visible. Un sueño que se reveló como una profecía viviente, un sueño que nos invita a profundizar en la verdadera importancia de la festividad de Corpus Christi.

Era 1844, y Don Bosco, apenas comenzaba a caminar en su misión entre los jóvenes de Turín, cuando tuvo un sueño que marcaría no solo su vida, sino también el destino de sus obras. En su sueño, se encontraba en medio de una celebración de la Eucaristía, y en ella observaba la luz que emanaba del altar, donde el pan se convertía en el Cuerpo de Cristo, iluminando todo a su alrededor. El sueño fue vívido, como una imagen del cielo que se manifestaba en la tierra, un recordatorio de que la Eucaristía es la fuente y culmen de toda vida cristiana.

En su «Memorias del Oratorio», Don Bosco escribió sobre este sueño:

«Vi a muchos de los jóvenes que había cuidado, jóvenes que yo pensaba perdidos, arrodillados ante el altar, participando de la Misa con una devoción que nunca había visto antes. La Eucaristía, como un faro de luz, había transformado sus vidas».

Don Bosco, Memorias del Oratorio, Vol. II

Este sueño no fue solo una revelación de lo que podría suceder, sino también un acto de fe y esperanza. Para Don Bosco, el valor de la Eucaristía no residía únicamente en el acto de recibir el Cuerpo de Cristo, sino en cómo esa recepción se transformaba en una acción vivificante para todos los que la recibían. La fiesta de Corpus Christi, en este contexto, se convertía en un recordatorio perpetuo de la fuerza que nos une a Dios y entre nosotros como comunidad de fe.

En este sentido, la festividad de Corpus Christi no es solo un evento litúrgico, sino una invitación constante a reflexionar sobre cómo la Eucaristía nos transforma. Don Bosco entendió que, al igual que en su sueño, la participación en la Misa era la forma en que se podía fortalecer el alma, y a través de la adoración y el recibimiento del Cuerpo de Cristo, la juventud se acercaba más a la vida que Él nos ofrece.

Este evento nos invita, entonces, a profundizar en el misterio de la Eucaristía. El Evangelio según San Juan (6, 53-56) nos recuerda la importancia del Cuerpo y la Sangre de Cristo:

“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida”

Juan 6, 54-56

Don Bosco, fiel a su misión, veía en la Eucaristía no solo un sacramento de adoración, sino un acto de transformación profunda y constante. En sus escritos y en su vida, defendió la importancia de la devoción eucarística, no como un rito vacío, sino como un encuentro real con Cristo vivo.

«El oratorio no es un lugar de diversión, sino una casa de oración y de educación cristiana; la Eucaristía es el centro de nuestra vida cristiana»

Memorias del Oratorio, Vol. VI

«La Eucaristía es el alma de la educación cristiana». Este principio nos lleva a reconocer que en el día de Corpus Christi no solo celebramos un acto ritual, sino que reafirmamos nuestra vida como cristianos: una vida alimentada y fortalecida por el Cuerpo de Cristo, que nos anima a seguirle con fidelidad.


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