En una ocasión, una pareja describió a su hijo en términos negativos, resaltando sus dificultades. Ante esto, planteé: «¿Hay alguna cualidad o aspecto positivo que valoren en él?» El chico, sorprendido, bajó la mirada mientras unas lágrimas recorrían sus mejillas.
La madre, tras un visible esfuerzo por reconocer algo positivo, respondió: «Bueno, es un chico noble», aunque su expresión delataba el desafío que implicaba hacerlo. El padre, con tono contundente, añadió: «Pero es un malcriado». Entonces planteé: «¿Y quién lo ha criado?»
Lamentablemente, algunos padres tienden a comunicar pesimismo, negatividad e incluso desprecio. Frases como «eres idiota», «no sirves para nada», «nunca llegarás a nada en la vida”, “ya sabía que ibas a tener malas notas” o “no entiendo cómo pude tener un hijo así” resultan dañinas y pueden dejar secuelas duraderas.
A menudo, estos padres repiten patrones familiares sin siquiera ser conscientes, convirtiéndose en figuras tóxicas para sus hijos. Un padre tóxico puede hacer que su hijo se sienta inadecuado, sembrando la creencia de que nunca podrá cumplir sus expectativas. Critican constantemente, muestran indiferencia hacia los logros y ponen en riesgo la salud mental de sus hijos.
¿Qué podemos hacer en estas situaciones?
La intervención psicológica debe centrarse en apoyar a los padres para que sanen sus heridas emocionales y cambien sus patrones de regulación emocional promoviendo así una comunicación más positiva con sus hijos.
Escrito por: Martha Vargas Soko, psicóloga.