La alegría salesiana, levadura de la vida
Aporte del carisma a la sociedad de hoy
“El reino de Dios
es semejante a la levadura que una mujer tomó
y metió en tres medidas de harina, hasta que todo fermentó”.
(Lc 13,20-21).
¡El mejor plato en una comida es la buena cara!
Esta frase que escribe don Bosco en la Carta de Roma de 1884 da una clave de lectura para poner en práctica el “Aguinaldo” del Rector Mayor. Es un eslogan, un refrán, que aporta gran sabiduría: nuestro rostro representa el estado de ánimo, refleja qué está pasando dentro nuestro. La sonrisa, la alegría, el humor, reflejados en él, son el mejor aporte para los que nos rodean.
Faccia allegra, cuore in mano, ecco fatto il salesiano[1] era una expresión clásica, casi una definición-síntesis de la identidad carismática, elaborada por los viejos salesianos. La sonrisa en el rostro, que brota de un corazón abierto y amable, es la expresión de una vida que se desparrama por todos los rincones y crea un ambiente de “Oratorio”.
Ese cura sonreía
Pedro Enría era un chico de 12 años cuando en el convento de Sto. Domingo, que acogía provisoriamente a los huérfanos del cólera, ve venir a Don Bosco, sin saber quién era, y lo describe así: “Ese cura, sonreía”. Era una sorpresa para él, ese era un nuevo tipo de sacerdocio…
La alegría fue sin dudas el sello personal, el rasgo característico de la identidad de don Bosco. Pablo Álbera lo recuerda también así: “La sonrisa florecía en sus labios, siempre nueva y variadísima, pero siempre calma”[2].
Madre Mazzarello, por otro lado, en sintonía de alma por el mismo don del Espíritu, vive alegre y promueve el ambiente de alegría. En sus cartas pregunta muy a menudo a sus hijas: “¿Estás contenta? ¿Están contentas? Me gustaría también que estuvieses siempre alegre” (C 45). Y afirma: “Una gran alegría es la señal de un corazón que ama mucho al Señor” (C 60), mientras que “la tristeza es la madre de la tibieza (C 27).
Llegar a estar alegres es la expresión de “la propuesta” educativa pastoral de don Bosco en la que resume toda la santidad juvenil salesiana, que Domingo Savio expresa sabiamente diciendo: “Nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres”.
La alegría salesiana nacida de la Pascua
La espiritualidad de la alegría parece algo muy simple y poco místico. Pero somos conscientes de que normalmente andamos por la vida influenciados por contextos negativos y por el bombardeo comunicacional cargado de tristeza. Para sonreír en medio de las dificultades y sufrimientos, se necesita experimentar en nuestro yo profundo el amor de Dios. Se trata de una alegría que nos hace vivir como “resucitados”.
Don Bosco define esta alegría como “alegría de paraíso”. Va más allá de la exterior, trasciende la tristeza y nuestras miserias… Es, en cambio, manifestación, trasparencia, del misterio pascual de Jesús que nos resucita en cada momento presente.
La alegría salesiana es motor de la esperanza, expresión visible de la caridad y nace de la fe -certeza- del amor de Dios.
Como una corriente eléctrica
La alegría que estamos llamados a poner como levadura en la realidad donde Dios nos plantó es transparente, contagiosa, comunicadora, creadora de un ambiente que estimula a crecer. Irradia una enorme dosis de energía educativa. Don Bosco dice que es “como una corriente eléctrica que se establece entre los educadores y los jóvenes”.
Los salesianos llevan la alegría como un fuego contagioso que necesita manifestarse. Es la alegría de María, que lleva en su seno a la fuente de toda alegría, el mismo Jesús.
La alegría salesiana es un “evangelio”para comunicar. Es la “levadura en la masa” que el mundo necesita. Estamos pues llamados a experimentarla en nuestro interior y comunicarla como el mejor aporte para que el Reino de Dios crezca en medio nuestro.
Por Luis Timossi
CSFPA (Centro Salesiano de Formación Permanente América)
[1] Cara alegre, corazón en la mano, ese es el salesiano.