Monseñor Ortiz Arrieta. Un hombre bueno

Santidad
Monseñor Ortiz Arrieta
Un hombre bueno

La virtud que más recuerdan y subrayan los que conocieron a monseñor Octavio es la bondad. La gente lo quería mucho, no tanto por las obras que realizaba, más bien por su bondad, que no tenía límites.

Narra sor María del Pilar L. lo siguiente:

A la edad de 11 años me envió mi mamá a la ciudad, a dos horas de mi pueblo, para llevar una carta a monseñor. Fui acompañada por una amiguita… Cuando llegamos al obispado, nos recibió la carta un sacerdote, se la entregó a monseñor. Él con su sonrisa de siempre leyó el contenido de la misiva e inmediatamente contestó; él mismo nos entregó la respuesta y con una caricia en la mejilla nos despidió.

Entonces éramos muy pequeñas para comprender la grandeza de su alma; ahora es cuando caigo en la cuenta de que esta obra, realizada con tanta humildad y paciencia, con dos niñas pueblerinas, era indicio de una virtud sólida y bien fundada.

Por P. Eugenio Pennati. Monseñor Octavio Ortiz Arrieta, sdb. “Una perla de salesiano”

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