lunes, 13 octubre 2025
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La vocación y la misión del acompañante espiritual: Reflexiones del P. Ángel Recuenco sobre el arte de acompañar

A mí me gusta partir de la vocación como un misterio. Cuando me preguntan cuántas vocaciones hay, solemos responder con los estados de vida: matrimonio, vida consagrada, sacerdocio. Pero, en realidad, si queremos ser minuciosos, habría que decir que existen tantas vocaciones como personas, porque cada camino vocacional es único.

Los jóvenes y la vocación en tiempos de la Generación Z y Alfa

Ambas generaciones ya se hacen preguntas sobre su sentido de vida. Crecen muy rápido, y por eso hoy más que nunca debemos apostar por el acompañamiento personal.
Las ferias vocacionales, los encuentros masivos y la promoción grupal siguen siendo importantes, pero los jóvenes son mucho más sensibles cuando alguien se les acerca personalmente y les propone algo distinto.

Vivimos en una época en la que se valora más la salud mental y el equilibrio afectivo. Antes, hablar de eso era un tabú; hoy es normal y necesario. Y en ese contexto, la Iglesia tiene un tesoro: la tradición del acompañamiento espiritual. Debemos recuperarla y extenderla, porque es ahí donde los jóvenes descubren que Dios camina con ellos y les muestra su sentido de vida.

El perfil del acompañante espiritual

El primer deber del acompañante es escuchar. Y eso parece sencillo, pero no lo es.
Muchos agentes pastorales llegan al diálogo con ideas preconcebidas sobre lo que el joven debería ser o hacer, y eso bloquea el encuentro.

El acompañante debe acallar su propia voz interior, sus prejuicios y sus deseos personales para poder oír de verdad al otro.

Santa Teresa de Ávila decía: “Entre un acompañante santo y uno preparado, elige al preparado.” Porque el santo sin formación puede proyectar su propio modelo de santidad en el acompañado.

Otra característica fundamental es la libertad interior. El protagonista del proceso es el acompañado, no el acompañante. Por eso, si la persona siente que el acompañamiento no le ayuda, debe poder cambiar sin culpa. Ser libre implica ser emocionalmente estable, y reconocer que no todos podemos acompañar todos los procesos

El acompañamiento espiritual no es una tarea solitaria. Es un trabajo en equipo. El acompañante debe entender que su trabajo es parte de un proceso en equipo. Cuanto más acompañada esté una persona, mejor.

El acompañamiento como camino de felicidad. El objetivo del acompañamiento no es producir religiosos o sacerdotes, sino ayudar a las personas a descubrir su camino.

Que cada uno, en su historia concreta, encuentre el modo de responder al amor de Dios y vivir en plenitud.

Tres niveles de acompañamiento:

Cuando estos tres niveles se integran, la persona camina más equilibrada, más consciente, más libre.

Acompañamiento profesional, cuando se necesita apoyo psicológico o psiquiátrico.

Acompañamiento espiritual, para discernir la relación con Dios y el propio camino interior.

Acompañamiento sacramental, vivido en la confesión y la vida eclesial.






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