El artículo del Boletín Salesiano de octubre de 1886 dedicado a profundizar la devoción salesiana al Sagrado Corazón de Jesús, se concentra en el amor que brotó del Corazón de Jesús hacia los más pequeños e indefensos de la sociedad humana: los niños. Verdadero punto de inflexión en la comprensión y en la consideración de los menores en la sociedad, la venida de Jesús abrió una nueva forma de verlos, amarlos y valorarlos; una forma y un estilo del que Don Bosco fue abanderado y del que sus salesianos y los miembros de la Familia Salesiana son herederos.
El texto se abre con un duro análisis del mundo antiguo y precristiano en relación con la condición reservada a los niños. El autor evoca prácticas inhumanas: infanticidios rituales y sacrificios humanos, asesinatos selectivos por sexo, leyes griegas y romanas que concedían a los padres el derecho de suprimir a los hijos imperfectos o no deseados… Incluso filósofos como Platón propugnaban la supresión de muchos niños en el Estado ideal. En este escenario de barbarie, la aparición de Cristo marca un giro radical.
El autor del artículo, padre Giovanni Bonetti, examina punto por punto el pasaje evangélico en el que Jesús acoge, bendice y propone a los niños como modelo para entrar en el Reino de los Cielos. Y desde allí observa cómo el Corazón de Jesús se revela como la fuente de una nueva concepción de la infancia, fundada en la ternura, el respeto y la sacralidad.
“Dejad que los niños vengan a mí”, afirma Jesús. Y el gesto de estrecharlos contra su corazón y bendecirlos adquiere un profundo significado simbólico: los niños se convierten así en representación de la castidad, de la sencillez y de la humildad evangélica —valores centrales del mensaje cristiano.
Jesús, con sus actos y palabras, funda una verdadera pedagogía del respeto por la infancia. Su ejemplo se refleja en la misión educativa de la Iglesia. “No deja escapar ocasión alguna que se le presente, de inculcar a sus discípulos y, por medio de ellos, a sus sucesores y a todos los hombres del mundo, la más grande ternura, la más afectuosa solicitud hacia los niños y al mismo tiempo la más alta reverencia hacia ellos”.
Por eso, aún hoy la Iglesia, y en particular la Familia Salesiana, reconoce en los niños no solo el futuro de la sociedad, sino ya el germen vivo de la humanidad y de la fe. La educación de la juventud se convierte así en uno de los oficios más nobles de quien desea seguir a Cristo, tanto en la condición de padre de familia como en la de educador.
Si, por tanto, formar almas rectas y fuertes desde la infancia es una vocación sublime y honorable para quien la ejerce, por el contrario se pronuncia una severa condena para quien escandaliza o corrompe a los pequeños. Jesús pronuncia palabras de fuego: “¡Ay de quien escandalice a uno de estos pequeños…!”. Padre Bonetti ejemplifica diversos casos hacia los que se dirige esta amenaza: contra los padres negligentes, los maestros infieles, y —con particular vehemencia— contra los escritores inmorales que, con su ejemplo o sus escritos, envenenan la mente y el corazón de los jóvenes.
En un crescendo apasionado, el autor advierte contra esa cultura que descuida el alma de los niños y recuerda las palabras del turinés Giuseppe Baretti, según el cual el poeta o el escritor impío es un criminal social.
La conclusión es un fervoroso llamamiento a los jóvenes: ser agradecidos al Corazón de Jesús por el amor que les ha dado y que ha hecho que se les diera, y corresponder a tanta generosidad, con “afecto sincero y devoción activa”, siguiendo las indicaciones del Evangelio y escapando de las inclinaciones al mal. De este modo, ellos mismos, destinatarios privilegiados del amor del Sagrado Corazón de Jesús, podrán estar en condiciones de edificar una sociedad más cristiana y, por lo tanto, más humana.
El texto completo del artículo escrito para el Boletín Salesiano de 1886 está disponible en la versión original del italiano de la época, al final de la página.
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