El respeto no se adquiere, se gana

Rubén Dávila Calderón
Promoción 1981, Salesianos Breña

Respeto adquirido

“Más respeto” es una de las frases trilladas cuando de hacer valer nuestros derechos se trata. Creemos que nos merecemos el respeto lo y exigimos simplemente por ser mayores, por ser mujeres o por ser pobres. Exigimos referencias y deferencias especiales, donde,  en muchos de los casos, excedemos la razón del respeto con una exigencia tácita de un poder o ventaja adquirida sobre los demás, que utilizamos de manera racional e intencional, bajo el velo de   debilidad para poder manipular la sensibilidad emocional de quien queremos sacar ventaja.

La cara de la moneda (emisor)

Frases como “tú eres mejor que yo”, “no sé qué haría sin ti, “todo porque soy mujer/pobre/provinciano”,  “a ti te sobra, “tú no lo necesitas”, “a ti no te hace falta” o la frase popular del humorista mexicano “abusan de mi nobleza”, sin duda, son la demostración de la antesala a un pedido o consideración especial que escapa a una razón lógica.

El reverso de la moneda (receptor)

Estar del otro lado de la moneda, es decir, cuando nos levantan ego, nos puede hacer sentir una sensación de pseudoéxito o poder, toda vez que nos sentimos o nos hacen sentir superiores.

En cambio, nos sentimos mal, o nos hacen sentir mal, por tener, ser o poseer, aduciendo una especie de suerte que no merecemos.

En cualquiera de los casos, de alguna forma, cedemos o permitimos ello por un tema de moral o de aceptación social.

Respeto ganado

La meritocracia es otra forma de respeto ganado, la cual se usa en las universidades cuando la prioridad de matrícula se basa en el coeficiente de rendimiento académico estandarizado (CRAEST) o cuando se recibe un reconocimiento por hacer las cosas de forma superlativa.

¿Por qué no dejar de castigar o reprimir la infracción e incumplimiento toda vez que asumimos que cumplir siempre con los protocolos, respetar los plazos, cumplir las leyes, reglas y procedimientos no es reconocido por nadie? Es en estas circunstancias, precisamente, donde nos cuestionamos por qué seguir haciendo las cosas bien o sentimos que la cara de la moneda nos está ganando, e incluso desbordando, y donde en ocasiones dejamos de remar o en muchas otras nos mimetizamos y dejamos de ser el reverso de la moneda.

Ser coherente y consistente siempre, siendo y haciendo lo correcto más que lo justo no nos va a convertir en personas populares ni famosas, pero sí nos va a dar el respeto que trasciende tarjetas, cargos o posiciones directivas efímeras en el tiempo.

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