Por P. Eugenio Pennati sdb
Cuando el vicepostulador de la causa de canonización de monseñor Octavio Ortiz Arrieta visitó por primera vez Chachapoyas, el señor obispo, monseñor Antonio Hornedo S.J., lo presentó a un grupo de sacerdotes: “Aquí tienen -les dijo- al P. Cosme Robredo, salesiano”. Y de aquel grupo de sacerdotes ya mayores brotó una voz: “Salesiano, da mihi animas coetera tolle (dame almas, lo demás no me interesa)”. Este era el lema que monseñor Octavio estampó en su escudo episcopal y quedó grabado a fuego en el alma de aquellos sacerdotes.
Monseñor Ortiz Arrieta fue un “Da mihi animas” viviente. Sus 35 años de apostolado los consagró totalmente a las almas: les dio su tiempo, su palabra, su amor, sus penas y sus lágrimas. Este amor de Dios que vivía en él, no podía ocultarlo: se traducía en las palabras encendidas que dirigía a los párrocos y sobre todo predicando y enseñando catecismo a los niños o hablando a solas con quien necesitaba corrección y orientación.
ORACIÓN DE INTERCESIÓN
POR EL VENERABLE MONS. OCTAVIO ORTIZ ARRIETA
Oh, Padre, fuente de toda santidad,
que en el venerable Octavio Ortiz Arrieta
has derramado los dones de Tu Espíritu,
y él ha sabido hacerlos fructificar
haciendo de su fe activa y operante,
de su humildad y caridad ardiente
un signo luminoso de tu Amor.
Enséñame, como él, a amarte y servirte
ayudando generosamente a mis hermanos.
Y concédeme, si esa es tu Voluntad,
la gracia que por su intercesión te presento:
[se nombra la gracia que se pide],
para que tu amor misericordioso
resplandezca en su glorificación.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
(Padrenuestro, Ave María, Gloria)