Desde muy pequeña Leslie Benites soñó con ser sahumadora del Señor de los Milagros. Jugaba a organizar procesiones en casa, usando sillas y palos como anda, mientras quemaba palo santo en un pebetero.
Su abuela María fue la principal inspiración: Inculcó en ella la devoción a Cristo, al Señor de los Milagros y a la Virgen del Carmen.



Inspirada por su abuela, guiada por el ejemplo de su tía y fortalecida por la tradición, Leslie encontró en el sahumado no solo una práctica religiosa, sino una experiencia espiritual que une corazones y eleva oraciones. Comparte su historia, sus vivencias y el sentido más profundo de sahumar: ofrecer lo mejor al Señor.

¿Podría contarnos cómo comenzó su camino como sahumadora?
Comienza desde muy niña. Anhelaba ser sahumadora del Señor de los Milagros. Con mis hermanos jugábamos a organizar procesiones en casa, ellos improvisaban el anda y yo quemaba palo santo en el pebetero. Desde los ocho años sentí esa vocación.
¿Quién o qué la inspiró a iniciarse en esta práctica?
Mi familia es muy católica. Mi abuela María nos inculcó el amor a Cristo, al Señor de los Milagros y a la Virgen del Carmen. Ella, junto con mi madre y la formación en colegios religiosos, marcó mi fe. Soy sahumadora de las Arenas desde los veinte años.
¿Hay otras personas en su familia que han sido sahumadores?
Sí, mi tía Consuelo también fue sahumadora y me llevó a la institución. Las sahumadoras limpiamos el paso del Señor, ofreciéndole lo mejor. Además, mi hija nació un 19 de octubre, día especial para la devoción al Señor.
¿Alguna experiencia espiritual significativa?
Cada vez que sahúmo llevo oraciones de amigos y vecinos. Entramos rezando, pidiendo por los encargos. Es recibir al Señor un año más con vida y salud. Octubre es la prueba viva: la procesión más grande del mundo.



¿Qué representa para usted el acto de sahumar?
Es oración profunda. Cuando no alcanzan las palabras, el incienso une nuestras súplicas a Dios.
¿Qué le diría a alguien que quiere iniciarse?
Para ser sahumadora tiene que nacer en ti. Que lo haga desde el corazón. Nace como un bautizo: debe sentirse desde adentro.
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