Jorge Atarama SDB
Con el mismo amor con que se acercaba a Dios, se aproximaba a los hombres. Cuando le pedían confesión, de inmediato acudía al confesonario… Visitaba los hospitales y los enfermos gozaban con la dulzura de sus consejos. Con frecuencia visitaba la cárcel, se interesaba por el trato dispensado a los presos; organizaba para ellos lecciones de religión; charlas de preparación al cumplimiento del precepto pascual.
Desprendido de cuanto tenía, ayudaba a los pobres. Anteriormente, el Estado asignaba a los obispos una pensión de 160 soles. Este módico haber, monseñor lo repartía en cuatro dividendos: su pensión alimenticia, los enfermos del hospital, reclusos de la cárcel y familias vergonzantes, es decir, familias de abolengo que por politiquería o por quiebra, quedaban en la miseria y su posición social no les permitía salir a pedir limosna. Generalmente, la ayuda a estas familias la hacía llegar por medio de otras personas, como la superiora del Convento Santa Rosa.
Una parte de ese dinero alcanzaba para comprar estampitas y golosinas para los niños, que todos los días pasaban a besar el anillo saludándole con “Viva Jesús” a lo que contestaba “y en nuestros corazones”. Además, ayudaba a los mendigos que llegaban a su puerta y nunca se iban con las manos vacías.
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Oración para implorar gracias
¡Oh, Señor!
Tú que en el venerable Octavio
has hecho brillar la fe, la humildad
y la caridad bondadosa,
concédeme imitar sus virtudes,
para que, como él,
pueda amarte a ti en el amor y servicio
a nuestros hermanos.
Concédeme la gracia, si así conviene,
[se nombra la gracia que se quiere pedir]
para que tu amor misericordioso
sea glorificado en el recuerdo
de tu venerable Octavio.
Te lo pido por Cristo Nuestro Señor.
Amén.
(Padre Nuestro, Ave María, Gloria)