jueves, 17 julio 2025
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Virgen del Carmen.- “Clara, Tomás y el Manto del Carmelo”

En un pueblo tranquilo, entre colinas verdes y un río de agua clara, vivían dos hermanos: Tomás, de diez años, y su hermana Clara, de ocho. Les gustaba jugar al pie de la iglesia del pueblo, donde una imagen de la Virgen con un manto marrón y un Niño en brazos siempre los observaba con dulzura.

Una tarde, mientras ayudaban a limpiar el templo con la abuela Lucía, Clara le preguntó:

Abuela, ¿quién es esa Virgen que tiene estrellas y un manto tan grande?

La abuela sonrió y los sentó a ambos en una banca de madera:

Esa es la Virgen del Carmen, hijos. Su historia comienza muy lejos, en una montaña santa llamada Monte Carmelo, donde vivía un profeta muy valiente: Elías. Él hablaba con Dios y defendía la fe verdadera, cuando todos los demás adoraban a falsos dioses.

¿Y qué tiene que ver la Virgen con esa montaña?, preguntó Tomás, intrigado.

—Mucho —dijo la abuela—. Siglos después, unos hombres que querían vivir cerca de Dios subieron a esa misma montaña. Eran ermitaños, y construyeron pequeñas cabañas para rezar y vivir en silencio. Se llamaron a sí mismos Carmelitas, y eligieron a la Virgen María como su madre y protectora. Por eso la llamamos Nuestra Señora del Carmen.

¿Y por qué tiene un escapulario? —preguntó Clara, señalando la imagen.

—Ah, eso también es parte de su historia —respondió la abuela—. Un día, la Virgen se le apareció a un santo carmelita llamado Simón Stock. Le entregó un pequeño manto, un escapulario, y le dijo: “Quien lo lleve con fe, no se perderá, y estará siempre bajo mi protección”. Desde entonces, muchas personas lo usan como señal de amor y confianza en María.

Clara y Tomás se miraron sorprendidos.

¿Y nosotros podemos tener uno? —preguntaron al unísono.

—Claro que sí —dijo la abuela, sacando dos pequeños escapularios de su bolsa—. Pero más importante que llevarlo aquí —les dijo, poniéndoselo en el cuello—, es llevar a la Virgen en el corazón.

Esa noche, Clara soñó que estaba en una barca en medio de un mar agitado. Las olas eran tan grandes que pensó que no saldría. Pero justo cuando el cielo se oscurecía, apareció la Virgen del Carmen sobre las aguas, con su manto extendido como un puente de luz. La barca se calmó, y Clara despertó en paz.

Desde entonces, Clara y Tomás contaban a todos los niños del pueblo que la Virgen del Carmen no solo vivía en una imagen de la iglesia… también vivía en sus sueños, en sus juegos, en su fe sencilla y en cada escapulario tejido con amor.

Y cada 16 de julio, en la gran procesión del pueblo, llevaban flores y cantaban con fuerza:

«Madre del Carmelo, cúbrenos con tu manto.
Guíanos a Jesús, como guiaste a Elías.
Eres estrella en el mar,
eres paz en la tormenta.»


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