Queridos hermanos de la familia salesiana, queridos muchachos:
Estoy aquí en medio de los jóvenes y los niños del Colegio San Francisco de Sales. Quiero hablarles de modo especial en este mes de noviembre dedicado a la santidad sobre este precioso don que el Señor regala a los jóvenes y a todo cristiano. Ser santo para Don Bosco era hacer el bien y evitar el mal.
Ser santo para Don Bosco era estar siempre alegres, como Domingo Savio lo aprendió muy bien y luego lo dijo a sus amigos.
Este mes también está dedicado a mamá Margarita, la mamá de Don Bosco, aquella mujer que fue su formadora, su maestra y aquella catequista de la cual aprendió el amor de Dios desde sus primeros pasos.
Y también en este mes quiero dirigirme a ustedes para invitarlos al cierre del Bicentenario por el sueño de los nueve años. Queridos hermanos, este sueño fue para Don Bosco muy importante porque le indicaba su misión y este año hemos celebrado a lo grande en todas las casas salesianas, con todos los muchachos, el amor que le tenemos a Don Bosco y de modo especial, recordando su sueño a los nueve años.
Queridos hermanos, queridos jóvenes, espero que este mes de noviembre sea para ustedes un mes donde la santidad se sienta a flor de tierra. Que el Señor los bendiga y nos vemos pronto.