Manuel Sánchez, misionero en Monte Salvado: «A mí me llaman compañero»

La aventura de Manuel Sánchez Valenzuela con los Salesianos comenzó en 1975, cuando, siendo un adolescente de apenas 15 años, conoció a quien se convertiría en un gran amigo: el P. Rolando Ramos. Fue en el Colegio Agropecuario de Calca, en Cusco, mientras el P. Rolando dictaba el curso de religión, donde se forjó un fuerte vínculo. Tras un tiempo de amistad y motivado por el sacerdote salesiano, Manuel aceptó colaborar en la parroquia y el oratorio. En un abrir y cerrar de ojos, cuando menos se lo esperaba, ya estaba formándose como catequista.

Al concluir sus estudios escolares, Manuel recibió una nueva propuesta que cambiaría el rumbo de su vida. El P. Rolando, quien desde 1978 tenía el servicio de vicepárroco en la misión salesiana de Amparaes, un centro poblado en el distrito de Lares, provincia de Calca, Cusco, lo llamó y le expresó su deseo de contar con él para trabajar con los jóvenes más pobres y vulnerables de la zona. Luego de meditar la propuesto junto a sus padres, aceptó.

“Lamentablemente, toda esa zona estaba completamente abandonada por las autoridades. No contaban con ningún servicio básico: ni agua, ni luz; era un pueblo olvidado por todos.”

Me quedo hasta el final

La época del terrorismo marcó un antes y un después. La incertidumbre y las dudas comenzaron a rondar la mente de Manuel, quien, con tan solo 22 años, enfrentaba situaciones difíciles, como ser encarcelado junto al. P. Rolando o ser confundido con miembro del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA).

“Llegué a pensar que esto no era para mí. Aquí voy a terminar mal”, se repetía una y otra vez. Sin embargo, no declinó. Sabía cuál era su misión. “Ya estaba involucrado en el trabajo y en la vida de las personas. No podía fallarles. Quise quedarme con ellos.”

Su misión en Monte Salvado

Durante sus años en Amparaes, Manuel trabajó muy de cerca con los salesianos. Además del P. Rolando, quien finalizó su servicio en la misión, colaboró también con el P. Alfonso Santos, el P. Ricardo Lach, entre otros.

“Gracias a Dios dejamos huella en Amparaes. Mi satisfacción es saber que ahora existen jóvenes profesionales que trabajan por el bien de su comunidad.»

Hoy, su vida y vocación de servicio se encuentran en Monte Salvado, a casi dos horas por carretera de Amparaes. Casado y con dos hijos, ambos ya profesionales, Manuel sigue al pie del cañón, esta vez en Monte Salvado, donde acompaña a la comunidad salesiana, en especial el P. Domingo Yanqui, párroco de la Parroquia “María Auxiliadora” de Quebrada Honda, con quien recorre 15 comunidades del Valle de Yanatile. 

“Cuando acompaño al P. Domingo a las comunidades celebramos la misa, apoyamos y coordinamos en la catequesis, y, sobre todo, vemos la realidad de las personas para tratar de mejorar”

“A mí me llaman compañero. Curiosamente, siempre estoy a su lado en los momentos difíciles, en sus alegrías y en todo lo que necesiten”, finaliza emocionado.

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