jueves, 23 octubre 2025
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La Casa Don Bosco del Migrante: un hogar que enseñó a volver a empezar

Visita del P. Hugo Orozco (al centro), el P. Percy (abajo derecha) y Psicólogo Ronald Seminario (arriba al extremo derecha).

En el distrito de Magdalena, el recinto de la casa salesiana de formación ha sido durante siete años y dos meses la ventana hacia una segunda oportunidad. Allí funciona la Casa Don Bosco del Migrante, una obra salesiana que, desde el 24 de agosto 2018, ha acogido a jóvenes, fundamentalmente, venezolanos entre los 18 y 25 años que llegaron al Perú buscando reconstruir su vida.

A finales del 2025, esta casa cerrará sus puertas, dejando tras de sí una historia que no cabe en cifras, sino en rostros, gestos y esperanzas.

El P. Percy, salesiano encargado de la casa durante este último año, resume con serenidad y gratitud lo que ha significado acompañar esta misión:

“Para mí, fue continuar una respuesta concreta del carisma salesiano: acoger a los jóvenes migrantes. No fue un capricho, sino un acto de amor frente a una necesidad urgente.

Los chicos permanecen un tiempo en donde se trazan un camino, completan su desarrollo personal y aprender a creer otra vez en sí mismos.

Un refugio que fue familia

A diferencia de otros espacios de asistencia temporal, esta casa ofrecía algo más que cama y comida. Era —como su nombre lo indica— una “Casa Don Bosco”, donde se vivía la espiritualidad salesiana: la oración, las buenas noches, el espíritu de familia, el acompañamiento psicológico y la oportunidad para reinsertarse en el trabajo y poder ayudar a sus familias en Venezuela.

La propuesta inicial era simple pero transformadora: ayudar al joven a ponerse de pie, conseguir empleo y empezar a sostenerse por sí mismo.

Por eso se le dice Casa del Migrante. ¿Pero por qué Casa Don Bosco? Porque es un lugar donde estás como familia. Es una casa y Don Bosco por el carisma.

“Aquí no se trataba solo de sobrevivir”, comenta el P. Percy, “sino de recuperar la dignidad, y la alegría. Era un hogar, no un refugio”.

Historias de lucha y reencuentro

Más de 1000 jóvenes han pasado por esta obra a lo largo de los años que viene funcionando. Algunos lograron estudiar, otros emprendieron pequeños negocios o regresaron a su país con la frente en alto. Muchos aún mantienen contacto con la comunidad salesiana, agradeciendo el impulso que recibieron cuando más lo necesitaban.

Migrar con fe

En un contexto donde la migración suele ir acompañada de prejuicios y miedo, la Casa Don Bosco del Migrante ha sido un signo del Evangelio en acción.

“Jesús también fue migrante. En el ADN salesiano está atender a quien busca un lugar. Ser migrante no es delito, es una historia humana en movimiento”

Semillas que no se apagan

“No es un adiós, es una pausa para mirar cómo continuar. Los salesianos no abandonan la misión, la transforman. Don Bosco estaría orgulloso de lo que aquí se vivió”. Cuando cierre este Ambiente en magdalena del mar, quedará en la memoria de muchos la imagen de una casa donde la fe se hizo pan, familia y esperanza. 

Porque allí, en medio de jóvenes que llegaron con incertidumbre y la nostalgia de dejar sus hogares y familiares, el acompañamiento salesiano les enseñó que nunca están solos.

El Padre Percy comenta, por ejemplo, pasajes que vivieron los muchachos.

Un día, relata, uno de los chicos no cumplió con una labor asignada en la casa y, al verlo un poco incómodo, otro de ellos dijo: “Padre, yo lo hago”. Esa disponibilidad fue un gesto claro de servicio. 

En otra ocasión, mientras caminaba junto a otro joven, se acercó un hombre con su hijito pidiendo limosna. El padre suele invitar desayuno, pero esta vez el chico que le estaba acompañando, repitió el gesto, comprando y dando un sánguche a quien tenía hambre. 

“Entonces, uno ve signos de esperanza de que estamos sembrando algo, pero también que ellos están correspondiendo.”

Y tal vez la Casa del “Migrante”, única en su tipo entre las casas Don Bosco, se traslade de lugar, para que la misión continúe: seguir creyendo en los jóvenes, especialmente en los más pobres y abandonados.


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