La «Ciudad Imperial» del Cusco, hoy 19 de junio, amanece con un color distinto. Alrededor de la plaza de armas las personas se van congregando para celebrar una de las festividades religiosas más importantes de la ciudad: el Corpus Christi.
Una expresión, que nace hace más de cuatro siglos y refleja la identidad, la historia y espiritualidad de un pueblo con profunda devoción.
El Corpus Christi cusqueño es una gran procesión eucarística que rememora la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Y, según cronistas e historiadores, sus raíces se conectan con un antiguo ritual incaico que antecedía al Inti Raymi.
Es una manifestación sincrética, donde lo ancestral y lo católico dialogan con fuerza y belleza en el espacio público.


Una ciudad en preparación
Los preparativos comienzan días antes. Las calles se llenan de aromas intensos: cera, flores frescas, incienso y comidas típicas. En los templos cercanos, las quince parroquias tradicionales de Cusco preparan las andas de sus santos y vírgenes.

La víspera, conocida como la entrada de santos, las imágenes son trasladadas desde sus templos hasta la Catedral del Cusco, donde permanecerán durante una semana. Cada imagen es recibida con algarabía, entre cohetes, danzas, aplausos y llanto contenido.

Presencia Salesiana
Como cada año, un día antes de la celebración central, la comunidad salesiana del Colegio Salesiano del Cusco vivió con profunda devoción la tradicional entrada del Corpus Christi. Recibieron con alegría a los santos patrones San Antonio y San Cristóbal.
Este año, la celebración tuvo un carácter especial: participaron por primera vez en la procesión extraordinaria junto a San Juan Bosco, padre y maestro de la juventud.



El P. Julio Eduardo Berroa, director de la comunidad, bendijo a cada hermandad presente, acompañado por la educadora Yurema Díaz, Coordinadora de Pastoral, quien entregó presentes a los presidentes de las asociaciones de cargadores, como gesto de gratitud y fraternidad.



El día central
El día central del Corpus Christi, la ciudad detiene su ritmo habitual. Autoridades civiles, militares y eclesiásticas se dan cita en la Plaza Mayor, junto a miles de cusqueños y turistas. La misa solemne, celebrada por el Arzobispo del Cusco, marca el inicio de la procesión. En el centro, la Custodia de oro y piedras preciosas, que alberga el Santísimo Sacramento, es llevada en andas por las principales autoridades religiosas.
Acto de memoria y resistencia cultural.
Nacida en tiempos coloniales como una forma de evangelización, la fiesta fue resignificada por las comunidades indígenas, quienes vieron en sus santos a los nuevos apus, protectores espirituales de sus barrios y familias.
Es una espiritualidad que no se encierra en los templos, sino que se desborda hacia las calles, hacia el pueblo, hacia la vida.
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