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domingo, 20 abril, 2025
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El Señor ha Resucitado: Ayacucho celebra la Pascua con fe desbordante

¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado

Lucas 24,5-6

Así comenzaba la predicación del Arzobispo de Ayacucho, Mons. Salvador Piñeiro, en una madrugada pascual que quedará grabada en los corazones de miles de creyentes.

La majestuosa Catedral de Ayacucho, testigo de siglos de fe, volvió a llenarse de esperanza desde las primeras horas del Domingo de Resurrección. Eran las 4:00 a.m. cuando se abrieron las puertas y, como un río de luz, los fieles fueron entrando con sus velas encendidas, sus cantos preparados y el corazón dispuesto. No quedaba un solo espacio vacío. Autoridades civiles, religiosas, familias enteras, jóvenes y niños se congregaron para celebrar que la muerte ha sido vencida.

¡El Señor ha resucitado!

Fue el clamor repetido con fuerza por Mons. Piñeiro, mientras el eco de su voz parecía tocar hasta las piedras de la basílica. La liturgia, cuidadosamente preparada, fue un verdadero himno de alabanza. – “Cristo vive, y vive para siempre” – exclamó el Arzobispo, recordando que la fe no es un recuerdo sino una presencia viva.

Una celebración cantada y rezada con tanta devoción que hasta las paredes participaban de esta magna celebración.

Hacia las 5:00 a.m., la gran procesión del Cristo Resucitado salió al encuentro del pueblo. Mil cargadores, preparados con anticipación y fe, levantaron el anda que resplandecía con más de diez mil velas. La imagen antigua del Resucitado, tan familiar para los ayacuchanos, brillaba como un sol pascual en medio de la Plaza Mayor.

Miles de fieles acompañaban con cánticos, oraciones y lágrimas de emoción. En menos de una hora, la imagen hizo su recorrido completo, y apenas culminó, dio inicio una segunda Eucaristía en plena plaza de armas. A las 6:00 a.m., el altar estaba dispuesto y la celebración empezó en medio de una multitud proveniente de distintas regiones del país, incluso de fuera del Perú. Fue un momento verdaderamente eclesial, un signo vivo de que la Iglesia está más viva que nunca.

Como decía San Juan Bosco:

La alegría es el signo de un corazón que ama profundamente a Dios.

Carta a los jóvenes, 1863

Y esa alegría se respiraba en el ambiente. Porque el Resucitado no es un símbolo: es el Dios vivo que transforma la historia, que sana los corazones, que enciende la esperanza.

Esta Pascua en Ayacucho ha sido una proclamación viva de que el amor ha vencido, y que la fe del pueblo sigue firme. La luz de Cristo Resucitado ha iluminado la noche y seguirá alumbrando el camino de esta tierra bendita.

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