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sábado, 19 abril, 2025
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Viernes Santo en Ayacucho: La Cruz nos ha traído la salvación

En la noche del 18 de abril del 2025, Ayacucho se convirtió una vez más en un corazón palpitante de fe.

Las calles se llenaron no solo de personas, sino de un silencio profundo que hablaba más fuerte que cualquier palabra: el silencio de un pueblo que se une para acompañar el paso de Jesús muerto, camino al Santo Sepulcro. Ayacucho no recuerda la Pasión; la revive.

Desde los balcones, con las luces apagadas y solo iluminados por velas, los rostros se asomaban con respeto y recogimiento. En el centro de la ciudad, miles de personas se congregaron con una solemnidad conmovedora. Cada calle, cada plaza, se volvió un altar; cada paso de la procesión, una oración colectiva.

La imagen del Señor en el Sepulcro fue llevada como si recién hubiese muerto esa misma tarde a las tres, tal como narran los evangelios:

E inclinando la cabeza, entregó el espíritu

Juan 19,30

Los artistas ayacuchanos logran retratar no solo el cuerpo sin vida de Jesús, sino el peso espiritual de su sacrificio. A su lado, la Virgen María, envuelta en un manto negro, era acompañada por cientos de mujeres que, con velas en mano y cabezas cubiertas, lloraban simbólicamente junto a ella. Era el llanto de un pueblo entero.

Las alfombras de flores teñidas de colores vibrantes sobre las calles contrastaban con el luto, recordando que incluso en la noche más oscura, la esperanza florece. Como escribió Don Bosco:

El recuerdo de los dolores de Jesús es una de las más eficaces armas para sostenernos en las tribulaciones

Don Bosco, «La pasión de Jesús», 1880

Y eso fue lo que se vivió: una comunidad que, atravesando la oscuridad, encontraba consuelo en el amor crucificado.

El Ejército, la Policía, los niños, los jóvenes, los ancianos… todos caminaban juntos. La ciudad entera latía en un mismo pulso. Y mientras miles avanzaban detrás del féretro de Cristo, muchos más se unían en las calles laterales, mirando en silencio, algunos llorando, otros orando. Se vivía en carne propia lo que dice la Escritura:

Mirarán al que traspasaron

Juan 19,37

Ayacucho no organiza un espectáculo, ofrece un testimonio. En esta tierra andina, la cultura y la fe se funden para recordarnos que Dios no se ha quedado lejos del dolor humano. Lo ha abrazado. Y nos invita, a cada uno, a abrazar también la cruz, no como final, sino como promesa de vida.

Este Viernes Santo en Ayacucho no solo fue conmemoración, fue encuentro. Encuentro con un Cristo que no se quedó colgado en la cruz, sino que descendió al corazón de nuestras propias noches para decirnos que no estamos solos. Que aún en el silencio más profundo, su amor sigue hablándonos.

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