A esos hombres que, como Jesús, entregan su vida día a día, en silencio, en la oración, en el servicio, en la cruz diaria del compromiso con su comunidad.
Cada misa celebrada, cada palabra de consuelo, cada gesto de amor, es un reflejo del sacrificio de Cristo. Y detrás de esa sotana, hay un corazón que late por todos: que escucha, que sufre, que ora, que ama.
Gracias, queridos sacerdotes, por decir sí a Dios. Gracias por guiarnos, por sostenernos en la fe, por ser esperanza cuando flaqueamos.
Gracias por llevar nuestras penas al altar y devolvernos consuelo.
Hoy no solo los celebramos…
Hoy les decimos desde lo más profundo: ¡gracias por ser el rostro visible del amor de Dios entre nosotros!
¡Feliz Día del Sacerdote!
Reflexión: Jimmy Navarro, comunicador de la Obra Salesiana de Arequipa








