Curso acelerado de amor

“Ni la versión edulcorada
ni la de la de mártir carmesí
¡Ni nada de eso!
A ti te quiero así:
mi madre de carne y hueso”.

Por P. Pablo Medina, sdb
Director del Boletín Salesiano

El principio de todo

De modo casi instintivo, el recién nacido se aferra al dedo de su madre. Casi siempre es el dedo meñique el que se toma, como sellando una alianza. “¡Aquí comenzamos!”, piensa la madre, quien lo estrecha emocionada contra su pecho asintiendo el trato. Lo arropa para protegerlo: “Yo seré tu hogar”.

Aunque no siempre se cumpla la alianza madre-hijo, es bueno pensar que son pocos los casos que hacen la excepción, pero de que los hay, los hay. A algunas madres les tomó por sorpresa y para otras es lo más esperado. También hay quienes se convirtieron en verdaderas heroínas, así como aquellas a las que les resultó difícil cumplir con el pacto.

Un giro de ciento ochenta grados

“Como madre y mujer me siento una guerrera”.

“La maternidad cambió mi vida por completo, un giro de ciento ochenta grados”.

“Mi orgullo son mis hijas y mi nieta”.

“Tengo tres hijas: una de quince, una de veinte y la mayor de veintitrés. Le puedo asegurar que no cambiaría mi historia si tuviera que volverla a vivir”.

“Tuve mi hija a los treinta y ocho años, bastante mayor, pero mucho más feliz. No sé si lo puedas imaginar”.

Un ramillete de frases que surgen espontáneamente al preguntarles qué significa para ellas la maternidad y el pacto que implica: “Tú serás mi hijo, yo seré tu mamá”.

Desde el momento en que te dan la noticia de que serás mamá, todo en tu interior cambia. Un sentimiento diferente te invade y, después, llegan los verdaderos retos. Pero también llega el momento en que una madre se da cuenta de que es capaz de hacer cualquier cosa por un nuevo ser al que le ha dado vida y entrega su amor incondicional en la forma más genuina.

Está bien si no tienes superpoderes

Ser mamá significa cambiar tu vida por completo, dedicar tu tiempo y dejar de lado muchas de tus necesidades para darlo todo a quien más amas. ¿Qué no estaría dispuesta a hacer una madre por sus hijos? Significa dar todo tu corazón y tus fuerzas cada día para sacar a tus hijos adelante, enseñarles a vivir, a convertirse en la mejor versión de ellos mismos, motivarlos y pensar más allá de los límites. Ser madre también implica luchas silenciosas, renuncias que solo tú sabes, esfuerzos que te debilitan y hasta las mentiras más recurrentes: “Sí, yo ya comí”, “No te preocupes, todo está bien”. “Solo estoy un poco cansada, nada que pueda preocupar”.

Cuando todos hablan del amor sincero de una madre, solo tú lo puedes entender que tiene sus contradicciones. Si bien es un amor generoso e infinito, también es un amor lleno de fragilidades, límites, desaciertos e incluso olvidos. El problema radica en el estereotipo de super mamá al muchas mujeres se quieren ajustar y sienten que fracasan en el intento. Pero está bien no poderlo todo. Está bien no poder solucionarlo todo. Está bien no saberlo todo ni tenerlo todo bajo control.

Madre ¿solo una?

Es evidente que no hay una sola forma de ser mamá, pero todas responden a la fidelidad a ese primer pacto. No se puede negar que cuando tu bebé se aferró a tu dedo meñique, te tocó el corazón.

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