En el oeste de Francia, cerca de los verdes paisajes de Bretaña, la vida de Etienne y Hortense parecía seguir el curso natural de cualquier joven pareja: trabajo estable, proyectos y, hace apenas tres meses, una boda que selló su compromiso. Él, de 27 años, se desempeñaba como gerente en una empresa láctea; ella, de 29, trabajaba en asociaciones de propietarios forestales. Sin embargo, algo en su interior pedía más.
“Fue una reflexión a dos”, recuerda Etienne con serenidad.
“Queríamos marcar nuestra vida de pareja con algo significativo, algo que fuera más allá de nosotros”.
Esa búsqueda los llevó hasta Fidesco, una ONG católica que envía voluntarios a comunidades de distintos países del mundo. No fue una decisión inmediata: hubo meses de discernimiento, entrevistas y preparación.
La idea nació, curiosamente, durante su curso prematrimonial, donde conocieron a otra pareja que había vivido una experiencia similar. “Ellos nos contaron su historia y nos motivaron muchísimo”, dice Hortense.
Finalmente, llegó la noticia que cambiaría el rumbo de su historia: para los próximos dos años su misión sería en Perú, en Calca, una provincia cercana a Cusco, trabajando en la Casa Don Bosco con niños y adolescentes.
Una misión de amor y ejemplo
“Nos eligieron porque somos una pareja recién casada”, explica Hortense.
“Querían que fuéramos un ejemplo para los chicos: mostrarles cómo se construye una relación desde el amor, la paciencia y la solidaridad”.
No se trata solo de acompañar, sino también de compartir habilidades. Con sus experiencias laborales, ambos aportarán a la gestión diaria de la Casa. Pero, más allá del trabajo técnico, lo que los mueve es el deseo de servir y estar presentes con sencillez.
“He recibido mucho en mi vida”, dice Etienne, “y ahora siento la necesidad de devolver algo. Ser útil, estar cerca de los jóvenes, acompañarlos. Eso es el voluntariado: un servicio libre y gratuito”.
Perú en el mapa y en el corazón
Cuando la ONG les comunicó que su destino sería Perú, no lo dudaron. Buscaron el país en el mapa, leyeron sobre su cultura, se maravillaron con Cusco y su historia. “Nos ilusionó muchísimo”, cuenta Hortense.
“Sabíamos que nos esperaba una realidad diferente, con desafíos, pero también con una riqueza cultural y humana enorme”.
Su llegada no fue a ciegas. Antes de ellos, otra pareja francesa había pasado un año en la misma misión, sentando las bases de un trabajo que ahora ellos continuarán. “Queremos seguir con lo que ellos comenzaron, fortalecerlo, hacer que la misión funcione bien y crezca en el tiempo”, explica Esteban.
Un matrimonio que comienza sirviendo
Para ellos, esta experiencia no es solo un viaje, sino el inicio de su matrimonio con una promesa de entrega y fe. “Nos casamos para toda la vida”, dice Hortensia con convicción.
Construir nuestro matrimonio sobre una base de servicio libre y gratuito nos parece la mejor forma de empezar.
Saben que las dificultades estarán presentes, pero no temen. “Justamente por eso venimos”, afirma ella. “Porque queremos ser útiles. Si podemos aliviar un poco, acompañar, estar, ya vale la pena”.
A pocos meses de haber dicho “sí” frente al altar, Etienne y Hortense preparan sus maletas con el mismo espíritu con el que emprendieron su vida juntos: con fe, con esperanza y con amor por los demás.
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