Cuando Don Bosco abrió las puertas de su primer Oratorio en Valdocco, no solo ofrecía un lugar donde rezar; ofrecía un hogar donde los muchachos podían encontrarse, jugar, aprender y sentirse queridos.



Allí, con la pelota en la mano, una sonrisa franca y una palabra al oído, Don Bosco acompañaba a los jóvenes en lo cotidiano, alejándolos de los peligros de la calle y acercándolos a una vida plena.
Hoy, en el Oratorio de Magdalena, esa misma experiencia se renueva cada tarde. Nuestros niños y jóvenes llegan con entusiasmo: unos a la cancha de vóley, básquet o fútbol; otros al ping pong o al billar; algunos se quedan simplemente conversando con sus amigos o escuchando a sus animadores que, con sencillez, comparten la Palabra y consejos para la vida.
Al caer la tarde, todos comparten un refrigerio que sabe a familia y amistad. No se trata solo del estómago, sino de alimentar el corazón con alegría y compañía.



Lo más hermoso es ver cómo la historia se repite: chicos que llegaron siendo pequeños ahora son pre-animadores, y otros ya conducen grupos con la misma pasión con la que fueron acompañados.
Es el círculo virtuoso del espíritu salesiano: recibir para luego dar, crecer para después acompañar.
El Oratorio sigue siendo, ayer en Valdocco y hoy en Magdalena, un patio donde se juega, se reza, se aprende y se sueña. Un patio donde todos caben, donde la vida se hace comunidad y donde, como decía Don Bosco, “basta que sean jóvenes para que los ame”.
Si quieres acercarte y conocer más del Oratorio Centro – Juvenil, puedes hacerlo de 3:00 p.m. a 6:00 p.m. con los más pequeños, y de 6:00 p.m. a 9:00 p.m. con los mayorcitos. Ahí encontrarás a nuestros educadores- animadores, siempre listos para acompañar con una sonrisa y un consejo.
¡Ellos son el corazón que mantiene vivo el espíritu del Oratorio!
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